Desde hace 50 años, Patagonia ha trabajado para implementar, desde su propia labor, estrategias que ayudan a frenar el cambio climático: estas son cinco de ellas.
Para Patagonia, fundada por Yvon Chouinard en la década de 1970 en las montañas, algo no sólo es evidente sino cada vez más urgente: para aligerar nuestra huella ambiental, la industria textil y los consumidores deben realizar cambios fundamentales; los clientes deben exigir mejor calidad y pensarlo dos veces antes de comprar y las empresas no sólo necesitan fabricar menos cosas, sino con la mayor responsabilidad.
Partiendo del hecho de que la industria de la confección genera un enorme 10% de las emisiones globales de carbón, para Patagonia las empresas deben responder ante el papel que juegan en la génesis de la crisis climática, pero ¿qué significa realizar cambios fundamentales?, ¿cómo tomar esa idea abstracta de responsabilidad ambiental y llevarlo a la práctica? Incluso, siendo más precisos, ¿cómo reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero globales?; ¿cómo llevar la economía global a una transición que la convierta en una basada en la regeneración y no en la extracción?
“Tenemos la responsabilidad de actuar porque nuestro negocio y nuestra comunidad se ven afectados por esta crisis y porque cada parte de nuestro negocio contribuye a la crisis climática.”, afirma Patagonia.
Estas cinco estrategias que Patagonia ha implementado son un ejemplo de los cambios que se pueden realizar tanto al interior de las empresas de la industria textil, como consumidores. Uno: dejar de usar petróleo en la ropa –su objetivo es no contar con más fibras de petróleo virgen para 2025- y sólo usar materiales como el algodón orgánico y orgánico regenerativo, cáñamo, poliéster reciclado y nylon reciclado -actualmente representan el 87%-.
Dos: implementar programas de reparación de ropa y fomentar el consumo de ropa usada.
Durante el 2017 unos 11.2 millones de textiles terminaron en un vertedero. Patagonia se ha convertido en una de las únicas empresas en el mundo que vende ropa nueva junto a ropa usada. Su programa Worn Wear, lanzado en 2013, ofrece a sus clientes prendas de vestir con un 60% menos de emisiones que las nuevas; durante 2020 repararon más de 71,000 prendas. Comprar una prenda usada extiende su vida en un promedio de 2.2 años, lo que reduce su huella de carbono, desechos y agua en un 73% (ThredUP, 2018); asimismo, usar 9 meses más una prenda, puede reducir las emisiones de CO2 de ese producto en un 27%.
Tres: apostar no sólo por algodón orgánico, sino Orgánico Regenerativo. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, si seguimos cultivando de manera convencional, la capa superior del suelo del mundo, que produce casi todos nuestros alimentos, desaparecerá en 60 años. La Agricultura Orgánica Regenerativa es un sistema holístico, con altos estándares para el bienestar de los animales y los trabajadores. La producción de cultivos regenerativos, en suelos ricos y orgánicos retienen más nutrientes; se desarrollan en campos con gran cantidad de árboles, plantas perennes y suelos vivos. Estos árboles y plantas destacan por reducir el dióxido de carbono, uno de los principales gases de efecto invernadero que causa la crisis climática.
¿Bajo qué condiciones laborales se fabrican las prendas que compramos para que sean tan baratas? Cuatro: exigir que los procesos de producción cuenten con la Certificación de Comercio Justo. Más de 40 millones de personas en todo el mundo pasan sus días en fábricas, cosiendo prendas para la industria textil. Para la gran mayoría de estos trabajadores, las jornadas son largas y los beneficios inexistentes. Los trabajadores de la confección se encuentran entre las personas peor pagadas del mundo. Desde 2014, Patagonia fabrica ropa con certificación de Comercio Justo, lo que asegura mejores salarios, la participación de los empleados en la comunidad y salvaguarda contra el uso del trabajo infantil.
Si bien Patagonia cuenta con otras estrategias, una quinta que cabría mencionar es la implementación de procesos de producción vinculados con las comunidades locales para solucionar problemáticas específicas. Un ejemplo, su alianza con Bureo. De acuerdo con un reporte de Naciones Unidas de 2017, hay más de 51 trillones de partículas de microplástico en el mar, más de 500 veces el número de estrellas en la Vía Láctea. La más dañina de las contribuciones de plástico al océano son las redes de pesca desechadas, y representan hasta el 10% del total de este tipo de contaminación. Ante esta situación, en el 2016 Patagonia comenzó a trabajar con Bureo para reemplazar el plástico virgen utilizado en las viseras de las ya clásicas gorras trucker, sustituyéndolo por plástico reciclado de redes de pesca abandonadas –material al que denominó NetPlus y que ahora usa en varios productos–, trabajando de la mano con pescadores de comunidades de Chile y Argentina.
Para generar el menor impacto sobre el Planeta, Patagonia sabe que es imposible lograrlo solo. Durante los últimos casi 50 años, Patagonia ha sido una empresa a la vanguardia del activismo ambiental, las cadenas de suministro sostenibles y la defensa de las tierras públicas y el aire libre. Pero lo tienen muy claro, si queremos salvar el Planeta, todas las empresas del mundo tienen que tomarse el cambio climático lo suficientemente en serio y hacer lo mismo.
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